En el Día de la Tierra de 2018, los habitantes del planeta estamos llamados a luchar contra la contaminación del plástico, problema que ha ganado espacio mediático y apoyo ciudadano en los últimos años. Repensar el consumo de plástico une cada vez más a administraciones y gentes diversas: desde la reina de Inglaterra a activistas ambientales quieren poner fin al plástico de usar y tirar.
Los problemas del consumo de plástico, sobre todo de los plásticos de un solo uso, llevan décadas siendo parte de las discusiones de políticas ambientales, pero estos últimos años han sido nuestros océanos los que han vuelto a poner el tema sobre la mesa, dando una voz de alarma casi agónica. Los océanos nos han devuelto nuestras miserias como sociedad en un vómito de plástico que nos ha dejado primero perplejos y finalmente parece que estamos despertando a la acción.
Sabemos ahora que hay una isla de basura plástica flotando entre California y Hawái que tiene tres veces el tamaño de Francia y hemos descubierto este año que en realidad es 16 veces más grande de lo que pensábamos y que se incrementa exponencialmente. Sabemos que la pequeña isla Henderson, en el Pacífico Sur, que no está poblada, está cubierta con 38 millones de trozos de plástico.
Hasta el 90% de la basura marina podría ser plástica y además crece sin parar, a un ritmo de ocho millones de toneladas al año. Saber que, de seguir las tendencias actuales, en 2050 habrá más plástico que peces en el océano es uno de esos hechos que conmueve a una ciudadanía a veces saturada de alarmas medioambientales, y que ha vuelto a demostrar de una manera inequívoca de lo que somos capaces (de destruir) como especie. No es de extrañar que este hecho haya sido usado como una de las razones para el lanzamiento de la estrategia de plásticos de la Unión Europea.
Cuando un cachalote muere en Murcia y se encuentran 29 kilos de plástico en su estómago, que pudieron causar su muerte por peritonitis, la población española también encuentra razones, muy cercanas, para reflexionar. Según el Ministerio de Agricultura y Pesca, Alimentación y Medio Ambiente el 75% de los desechos que se recogen en las playas españolas son plásticos. Para un país como el nuestro, donde el consumo de pescado es una parte tan importante de nuestra dieta y de nuestra cultura gastronómica, ha llegado el momento de preocuparnos por lo que comemos. Los plásticos hechos pedazos minúsculos y los microplásticos fabricados por industrias como la cosmética entran en la cadena alimentaria sin ningún tipo de control.
Botella de plástico en la Playa de Isla, Asturias 1 #FotoLarena para EFEverde
Las imágenes de la contaminación marina están cambiando nuestra manera de mirar el plástico y deberían empezar a cambiar nuestros hábitos de usar y tirar. Con el plástico que tiramos cada año se circunvalaría cuatro veces la Tierra. Sólo los europeos producimos 25 millones de toneladas al año, de las cuales se recoge para su reciclado un 30%. Además, gran parte del plástico que se pone en el mercado no es reciclable o su reciclado no es viable económicamente.
Repensar nuestra relación con el plástico es más oportuna que nunca tras el anuncio de la nueva política China, que ha decidido suspender la importación de plásticos para reciclaje. Y es que hasta ahora los europeos mandábamos a China parte de lo que recogíamos para el reciclado, mientras enterrábamos o quemábamos el resto, la gran mayoría. Erik Solheim, el director del Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente, lo considera una buena noticia para la población china y una alarma para el resto de los países, y el comienzo de una verdadera reflexión sobre los productos que necesitamos y que no necesitamos.
Acción desde todas las esquinas
La reacción de la gente al problema no se está haciendo esperar y llega desde lugares muy diferentes. La reina de Inglaterra ha prohibido en sus palacios algunos productos y envases conmovida por los documentales sobre el Planeta Azul de David Attemborough. También en el Reino Unido conservadores y socialdemócratas se han puesto de acuerdo para poner en marcha el sistema de depósito y retorno con el fin de eliminar el abandono de envases en las playas. La lucha contra la contaminación del plástico empieza a ser un tema tan central para el país que de manera casi cómica espolea la pelea entre ‘brexiters’ y ‘remainers’, y entre el gobierno inglés y la Unión Europea, que rivalizan con mensajes públicos sobre qué institución va a ser más eficaz atajando el problema.
Activistas de todo el mundo están pidiendo a los supermercados que eliminen el sobre-envasado y hacen concursos virtuales sobre los envasados más estúpidos. Muchos de ellos nos hacen dudar de la salud mental de los responsables de ponerlos en el mercado: gajos de mandarina y naranjas pelados, separados y envasados en plástico, mitades de aguacate sin hueso y envueltas en plástico, plátanos en bandejas de poliestireno. Una cebolla empaquetada en solitario en su bandejita: lo que un tuitero definió acertadamente como la única cebolla que te hace llorar antes de picarla. O por lo menos debería hacernos llorar. En España la campaña se llama #DesnudaLaFruta y nos invita a fotografiar los productos y a pedir a los distribuidores su eliminación.
Países tan diferentes como Kenia y Francia han aprobado prohibiciones sobre plásticos de un solo uso. En Estados Unidos, San Francisco lideró la prohibición de bolsas de plástico de un solo uso, a la que se suman cada vez más ciudades en el país. Boston lo hizo a finales del año pasado. La nueva estrategia de plásticos de la UE quiere conseguir que los productos plásticos que se pongan en el mercado sean reciclables y eliminar los plásticos de un solo uso. Cuanto más serios seamos los europeos en este empeño a través de objetivos ambiciosos, más innovación impulsaremos y con ella más industria de futuro y más empleo. Murillo.