Patagonia. Un importante destino turístico argentino permite visitar y escalar el glaciar Perito Moreno. Quita el aire estar parado frente a tan majestuosa pared de hielo. Será por eso que reina el silencio, pese a que unos dos mil turistas llegan a diario al glaciar Perito Moreno. Es impresionante el paisaje que ofrece esa masa de nieve solidificada, de cuatro kilómetros de ancho por seis de fondo y al menos 60 metros de alto sobre la superficie del Lago Argentino; No en vano lo incluyen entre las nuevas maravillas del mundo.
Desde Bolivia hay que cruzar la frontera hacia Argentina y una vez en Buenos Aires quedan por recorrer 3.000 kilómetros más, siempre con la brújula al sur, hasta la provincia Santa Cruz, donde se encuentra Calafate, una villa turística de 20.000 habitantes, que tiene un circuito de hoteles, restaurantes y paseos para todo gusto y bolsillo, con la visita al Pilar Moreno como atractivo estrella.
Vista Satelital |
Un recorrido de 80 kilómetros por la ruta provincial asfaltada Nº 11 permite llegar a las puertas del Parque Nacional Los Glaciares. El ingreso para los extranjeros cuesta $us 10, más la advertencia de no levantar nada a su paso, pues se trata de una reserva y está prohibido llevarse hojas, piedras o cualquier material como recuerdo. El autobus aparca junto a un restaurante para consumir las comidas y bebidas que se ofrecen ahí, o la que se puede llevar en una mochila.
Las ondas de luz solar azul tienen más energía y son las que llegan al corazón del glaciar, mientras que los fotones amarillos, verdes y rojos se debilitan en el trayecto, explican los expertos del parque natural
Un gigante en equilibrio
La vista es impresionante. El hielo prevalece en un valle de más de 250 kilómetros cuadrados. ¡Eso equivale a toda la ciudad de Buenos Aires! El blanco parece infinito, aunque no es puro. Unos haces de luz en tono azul forman caprichosas figuras sobre el glaciar, que asoma entre las montañas de la cordillera de los Andes, en el límite con Chile.
Las pasarelas permiten acceder a diferentes ubicaciones para disfrutar de espléndidos panoramas. Y cuando el sentido de la vista parece superado por tan sublime paisaje, se escucha un estruendo, similar a un trueno.
Es la queja de dolor del gigante por las heridas que le producen las fisuras en su base más próxima a tierra. Es que su avance tiene un precio, pues al tocar la península de Magallanes forma un dique, que divide las aguas del denominado brazo Rico del Lago Argentino. El agua que queda atrapada a mayor altura presiona para volver al cauce que se quedó unos 20 metros más abajo. Se forma un túnel que es erosionado de manera lenta, hasta que se rompe. Ese desplome es el que se muestra en unas imágenes (http://www.youtube.com/watch?v=lQY1H1y61N) impactantes, al estilo Discovery Channel.
Los guías explican que se trata de un glaciar en equilibrio, vale decir que la cantidad de hielo que pierde es compensada con la nieve que se acumula y consolida en las alturas. Las otras dos categorías corresponden a los glaciares que están en expansión y a los que están por derretirse.
La vista desde las pasarelas le sigue un acercamiento, con paseo en lancha. Al nivel de las aguas del lago, el Perito Moreno luce incluso más imponente. El paseo permite fotografiarlo desde más cerca y tras unos 20 minutos se desembarca en una de las paredes del glaciar.
Pero el encuentro con el hielo no es inmediato. Antes, hay que subir unos metros por suelo rocoso, hasta llegar a un refugio. Los guías forman grupos de unos 20 turistas y colocan grampones en los zapatos. Esas puntas de fierro son las que se clavan en la superficie del glaciar para escalar de manera segura. Los guantes son imprescindibles porque las irregulares salientes de hielo pueden causar alguna cortadura. Las gafas también son necesarias para proteger los ojos del fuerte reflejo del sol.
Equipados para la excursión cuesta arriba, el ascenso es gradual, mientras el viento da un frío beso de bienvenida en las mejillas. Los pasos son cortos debido a que los zapatos están más pesados y el andar se torna casi robótico.
Pero la adrenalina hace olvidar cualquier incomodidad.
Al paso se encuentran cuevas, túneles, muros de hielo, profundos abismos labrados gota a gota... Cada pausa en la ruta escarpada es un pretexto para tomar fotografías.
Los montañistas van indicando el camino más seguro y se colocan en los flancos del pelotón, para intervenir en caso de algún resbalón. Pero es simple previsión. Porque basta con seguir sus consejos de caminar lento, con los pies separados y clavar los zapatos a cada paso para que los grampones hagan el trabajo. En varios lugares se forman charcos, entonces se puede llenar algún recipiente y saborear un agua pura y cristalina que baja desde las montañas.